Las crónicas de Bi Abejas son una serie de textos en donde les contamos de primera mano como han sido nuestras visitas a distintas regiones con el fin de que todos ustedes se enteren de el maravilloso proceso detrás de cada frasco de miel. Hoy tenemos la historia detrás de nuestra miel de Bosque Andino de la Sierra nevada de Santa Marta
Buscando miel en montañas mágicas
La Sierra Nevada de Santa Marta es un lugar mágico, lleno de historias y paisajes. Puede ser idílica y paradisíaca, aunque también, y sobre todo adentro en la montaña, agreste y ruda, con zonas de difícil acceso que resultan en trabajo duro para los campesinos.
Llegar hasta los apiarios con los que trabajamos en Bi Abejas nos tomó tres días. De Bogotá viajamos a Valledupar donde nos esperaba Misael, nuestro guía, representante además de la asociación con la que trabajamos. Luego de Valledupar salimos a Santa Rosa de Lima, un corregimiento todavía en la parte plana y donde empezaría nuestro ascenso en moto por un camino difícil.
Subir resultó más complicado de lo que imaginamos. En la ruta hicimos varios transbordos, como si en lugar de pasajeros fuéramos carga. Pero después de poco más de dos horas finalmente llegamos a la vereda del 50, un centro urbano de 20 casas. Una de esas sería el lugar donde dormiríamos y desde donde emprenderíamos visitas a fincas cercanas. Esa tarde llovía, así que decidimos esperar hasta el día siguiente para ir hasta la finca de Nubén, uno de nuestros productores de miel.
La jornada siguiente empezó a las cuatro de la madrugada. Los apiarios se cosechan muy temprano, porque es un trabajo que requiere tiempo y esfuerzo. Aún no amanecía y nosotros ya estábamos en camino hacia donde Nubén, donde nos recibieron con desayuno, mientras él preparaba el ahumador, los trajes y la máquina centrífuga. Un rato después su hijo se la cargaría al hombro para llevarla monte abajo hasta las colmenas.
Después de dos tintos todos nos pusimos los trajes y salimos. Caminamos primero entre cafetales y después por un sendero que Nubén despejaba a veces con el machete. Poco a poco la vegetación empezó a cambiar y luego de un rato notamos plantas de hojas gigantes, como de clima más caliente. Misael nos explicó que habíamos descendido unos seiscientos metros. Nos dimos cuenta entonces de que la Sierra es un territorio de condiciones cambiantes, donde las corrientes de aire y la forma como entra el sol varían a lo largo del día, y todo esto junto contribuye a que la miel tenga características únicas: el suelo, los nacimientos de agua y los microclimas dentro de una misma montaña se convierten en matices de sabor.
De repente, entre la vegetación, aparecieron las colmenas. Las abejas son animales que no vuelan de noche y su trabajo comienza a la salida del sol, así que al principio solo vimos unas pocas. Pero en cuanto abrieron la primera colmena se desató la locura: miles y miles de abejas volaban a nuestro alrededor y solo se escuchaba un bzzzzzzzzzzzz incesante e intenso. El sonido nos asustó, pero estábamos vestidos con trajes protectores y además los ahumadores ayudan a que las abejas entren en un estado de mareo que no les hace daño y, en cambio, facilita el trabajo. Un trabajo que, de hecho, tiene que hacerse con agilidad y rapidez para evitar que las abejas se estresen.
Primero extrajimos los panales listos para cosechar —un panal listo está operculado, es decir, bien sellado con cera— y los llevamos hasta un toldillo con la máquina centrífuga. Dentro de los toldillos se hace la extracción y es importante porque mantiene a las abejas alejadas. Allí pusimos los panales en la centrífuga y la miel que iba saliendo caía decantada en canecas o bidones.
En toda cosecha este es el momento de mayor importancia para el apicultor. Allí puede ver el resultado de casi un año de trabajo que ha hecho en conjunto con las abejas. Producir miel es una tarea compartida en la que los productores las cuidan y protegen sus entornos y sus ecosistemas, y a cambio reciben el beneficio de un producto rico y abundante. Una de las razones por las que trabajamos con abejas y apicultores es porque siempre hay equilibrio, cuidado y respeto. Los apicultores son personas sensibles con su entorno y con sus abejas.
Finalmente regresamos los panales a las colmenas y cerramos los bidones. Luego emprendimos el camino de regreso, solo que ahora cuesta arriba y con cinco canecas de veintisiete kilos llenas de miel. Cargábamos además la máquina centrífuga. Con los trajes puestos y a treinta y cinco grados sudábamos muchísimo, y solo cuando nos alejamos a más de cuatrocientos metros nos los pudimos quitar y descansar un rato para recuperar energías. Luego continuamos a paso continuo hasta que alcanzamos la casa, donde la esposa de Nubén nos esperaba con un fresco que tomamos sin respirar. Al final, todos sonreímos.
Misael me dice: «Si ve cómo es aquí». Y yo solo le puedo responder: «Sí, veo. Nada fácil». Producir miel es una tarea dura, cada frasco tiene detrás una historia de trabajo que incluye a las abejas, a los apicultores y a quienes se encargan de acercarla a los consumidores.
Carlos Orozco, co fundador Bi Abejas.
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